La “restauración hidrológico-forestal” que se ha emprendido con el fin del año en el río Quiroga no pasa de ser un lavado de cara, o más bien un afeitado, que no curará de sus hondas heridas a este afluente del Sil que nace en la cumbre courelá de Pía Paxaro y desciende hasta el valle resucitando una y otra vez entre escombreras de pizarra. La Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, con visita oficial incluida, inauguró los trabajos de cinco operarios que, durante un mes, armados de “medios manuales y maquinaria compatible con la zona”, harán “podas y desbroces selectivos” y limpiarán el cauce en un tramo de tres kilómetros de “árboles muertos, ramas secas y especies invasoras”.
Pizarrera en activo de Villarbacú (Quiroga)/PEDRO AGRELO
El organismo que depende del Ministerio de Medio Ambiente invertirá, anuncia, más de 20.000 euros en este proyecto aprovechando que varias de las firmas pizarreras que arrojaban losa al cauce del Quiroga y su tributario, el Pacios, abandonaron turbulentamente con la crisis los cráteres que abrieron en este paisaje único. Cupiga, Pebosa y Ferlosa echaron el cierre hace cinco años y el pacto ambiental que preveía la restauración de las escombreras nació muerto para los municipios de O Courel y Quiroga. El acuerdo sellado entre la patronal de la losa y la Xunta no ha dejado rastro aquí. En algunos casos, según la versión oficial del Gobierno, porque las empresas se declararon insolventes. En otros, los grupos ecologistas que seguían atentos el proceso, nunca llegaron a saber.
Las infinitas montañas de escombro arrojado ladera abajo sin ton ni son durante tres décadas siguen enturbiando ríos y regatos. Mientras tanto, las pizarreras que permanecen activas continúan generando residuos a un ritmo delirante, porque solo es comercializable el 4% de la losa que se arranca de la montaña. “Por cada teja que se ve, hay 94 más tiradas”, ejemplificaba en su día el geólogo Vidal Romaní, que también calculaba que con la pizarra desechada desde los setenta en esta comarca y en Valdeorras se podría levantar, “y sobraría material”, una muralla como la china alrededor de toda Galicia. En esta zona solo Piquisa sobrevive, repartiéndose los filones de estas montañas con el todopoderoso Cupa Group, multinacional propietaria de la cantera de A Campa, que operó durante años sin licencia y para la que Fraga tuvo la deferencia de abrir un agujero que no figuraba inicialmente en los planos de la Red Natura.
El desastre ambiental que afecta al cauce del Quiroga se concentra en Pacios y en Vilarbacú. Alguien definió una vez la calidad del material que sale de estos núcleos quirogueses como “el jamón” de la pizarra. A los pies de la cantera que sigue funcionando en la segunda de estas poblaciones, el agujero ha formado un lago que vierte en el río Quiroga y cuyo color verde intenso delata el grado de contaminación del agua. Se parece mucho a otros lagos artificiales y muertos que hay en Valdeorras. Los vecinos explican que, dependiendo de la meteorología, el lago de la pizarrera de Vilarbacú tiñe más o menos el río. La densidad de partículas en suspensión es a veces tal, comentan, que el agua parece leche.
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