El Riachuelo, que desemboca en el Río de la Plata, marca el límite entre la capital argentina y su poblada periferia sur. La ACUMAR celebró hace poco que “el río está dejando de ser un lugar oscuro”, luego de tomar medidas como bajar el nivel de pestilencia que lo caracteriza, remover desechos orgánicos, trasladar asentamientos a otros sitios y obligar a las industrias a controlar sus desperdicios.
Riachuelo de Buenos Aires.
El olor nauseabundo, la tonalidad oscura del agua y los basurales a cielo abierto le dieron triste fama en Argentina a la cuenca del Río Matanza y su desembocadura, el Riachuelo de Buenos Aires, que integran la lista de los diez lugares más contaminados del mundo.
Parece mentira pero el primer compromiso histórico para sanear al popular Riachuelo lo tomó el Directorio, el segundo gobierno patriótico nacido de la revolución de Mayo de 1810 contra la corona española, hace más de 200 años. El plan fracasó.
Centenares de iniciativas sin éxito han pasado desde entonces y sólo algunos avances en la lucha por limpiar el río se lograron a partir de 2006 cuando la Corte Suprema de Justicia conminó a las autoridades a resolver el problema de una vez por todas.
Con más de 60 km de extensión y casi 2.300 km2 de superficie, el agua de la cuenca supera en más de 50% los niveles permitidos de presencia de mercurio, arsénico, zinc y plomo, según Greenpeace y otras entidades ecologistas.
Así, el Riachuelo se ganó un lugar en la lista de los diez lugares más contaminados del mundo elaborada por el Instituto Blacksmith y la Cruz Verde Suiza divulgada el lunes.
Casi cinco millones de personas habitan entre las orillas y las proximidades, expuestos a enfermedades de la piel o respiratorias, entre las más frecuentes, por los efluentes de más de 20.000 industrias, según cifras oficiales.
Una de las zonas más contaminadas es la Villa Inflamable, un empobrecido barrio lindante donde se sitúa el enorme Polo Petroquímico Dock Sud, cuyas destilerías de petróleo y plantas de depósito arrojan grandes volúmenes de desechos químicos.
El ente oficial intimado por la Corte es la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), que nuclea a tres gobiernos, el federal, el de la provincia de Buenos Aires y el de la ciudad autónoma de Buenos Aires.
El Riachuelo, que desemboca en el Río de la Plata, marca el límite entre la capital argentina y su poblada periferia sur.
La ACUMAR celebró hace poco que “el río está dejando de ser un lugar oscuro”, luego de tomar medidas como bajar el nivel de pestilencia que lo caracteriza, remover desechos orgánicos, trasladar asentamientos a otros sitios y obligar a las industrias a controlar sus desperdicios.
Un total de 59 buques hundidos se llevaban extraídos del lecho del río a finales del año pasado, según cifras oficiales.
Pero a lo largo de la cuenca, un 35% de la población no tiene acceso a red de agua potable y un 55% a cloacas.
El 95% de la contaminación está generada por la actividad industrial, en particular curtiembres y químicas, según datos oficiales.
“Llegar al fondo del Riachuelo es como hundirse en un yogurt negro y helado”, declaró Guillermo Balbi, un buzo profesional que trabajó en sus aguas.
El tramo final del Riachuelo se llama La Boca, nombre que identifica al barrio poblado a finales del siglo XIX por inmigrantes genoveses afincados en su zona portuaria y cuna, además, del popular club de fútbol Boca Juniors.
La historia contemporánea del Riachuelo está asociada al nombre de María Julia Alsogaray, la funcionaria de medioambiente bautizada “la dama de hierro” por haber sido “la Margaret Thatcher argentina” en el gobierno del presidente Carlos Menem (1989-1999).
Fotografiada con una piel de visón a pesar de ser la responsable de recursos naturales, Alsogaray había prometido que en 1.000 días la gente iba a poder bañarse en el riacho.
La promesa no se cumplió y años después fue condenada a penas de cárcel por corrupción, malversación de fondos y enriquecimiento ilícito.
En el Riachuelo están siendo removidos un millón de m3 de sedimentos “sin tratamiento ni control para ser volcados en el río de la Plata, donde millones de argentinos se abastecen de agua potable”, según el ambientalista Martín Tonelli, de la Asociación Pro Aguas Limpias.
“Estos sedimentos del lecho del río son extraídos en aguas que tienen oxígeno cero”, dijo Tonelli.
Para colmo, los basurales a cielo abierto aumentaron de 141 en 2008 a 348 en diciembre de 2010, último dato conocido, según se denunció en audiencias ante la Corte.
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